La nueva producción de David F. Sandberg decepciona al público en la vuelta del juego de terror

Hace no mucho se estrenó en los cines Until Dawn, la nueva obra de David F. Sandberg, director de ¡Shazam! o Annabelle Creator. La película, que toma como referencia el videojuego homónimo, se queda a los pies de su original y no consigue captar ni su esencia ni su carisma.

Un grupo de cinco amigos (Clover, Max, Nina, Abel y Megan) viajan para buscar a Melanie, la hermana desaparecida de Clover. Cuando llegan a un centro de visitantes abandonado deben enfrentarse al horrible destino de tener que morir una y otra vez hasta conseguir sobrevivir a la noche, que con cada muerte cambia y se recrudece.

Guionizada por Blair Butler (Hell Fest) y Gary Dauberman (It, Annabelle, La Monja), Until Dawn tenía todas las papeletas de ser una gran película de terror, y más importante, una extensión a la historia del juego que la precede. Sin embargo, al verla nos encontramos con una trama poco original y una narrativa plana y seca que la hace algo entretenido pero fácilmente olvidable.

Aunque los actores están bien elegidos y se acercan a la nueva generación, los personajes a los que representan están más bien faltos de carisma, son demasiado serios y cuadrados, algunos ni siquiera tienen profundidad y los estereotipos en los que se basan nieblan la posibilidad de empatizar con ellos.

Max (Michael Cimino) es el personaje con más sentimiento. Un chico enamorado de la protagonista, con miedo pero cierto valor y con ganas de sobrevivir. Se puede decir que es él el corazón del grupo, el que consigue despertarlos y hacerles ver que o salen vivos todos o no lo hace ninguno.

Clover (Ella Rubin), Nina (Odessa A’zion) y Megan (Ji-young Yoo) son las tres personalidades femeninas que, aunque bien es cierto que son distintas, encajan bien y se complementan con facilidad. Aunque la relegación de Megan a un papel demasiado secundario hace que la película pierda potencial y la acentuación de la obsesión de Clover por su hermana llega en un punto a ser ciertamente cansina.

Belmont Cameli hace de Abel, novio de Nina, un chico con poca empatía y un gran individualismo, además de poca valentía, que hacia el final de la cinta consigue implicarse emocionalmente con los demás y arriesgarse aunque suponga su peligro. Por último, encontramos a Peter Stormare (Hill) actor que ya participó en la historia original, pero cuya trama se ve increíblemente reducida, plana y sin sentido.

La manera en la que los personajes están escritos hace que dejen mucho que desear. Grave error porque esta, siguiendo las claves del juego, debería ser una película de personajes, en la que los sucesos los engrandecen y les ayudan a crecer, en lugar de convertirse en el centro de la atención.

David F. Sandberg consigue crear un turbio ambiente envolvente que crea momentos con cierta tensión y algunos sustos inesperados, pero en general la película se caracteriza por ser bastante predecible. El sentimiento de miedo que te persigue durante todo el juego se disipa en su adaptación, se vuelve algo más difuso y se pierde la importancia de las decisiones, que originalmente son la clave para la supervivencia.

Otro de los puntos débiles de la producción es la amalgama de elementos de terror que condensa. Con tanta sangre, tripas y sesos se decanta más por ser un ‘slasher’ moderno y taquillero en lugar de ajustarse a la formula del verdadero Until Dawn que conquistó las plataformas digitales hace ya 10 años, aunque cabe reconocer que la diversidad de muertes que muestran brinda un buen toque de humor.

En cambio, un claro acierto es la introducción de alusiones a su original, que son abundantes y van desde la participación de Peter Stormare a muertes, localizaciones y dinámicas. Incluso hay momentos en los que te parece que puedes elegir lo que hará el personaje, característica incondicional del juego, y en cierto modo eso compensa un poco las faltas en otros aspectos.

Esta adaptación de Until Dawn, vista desde la comparación con la verdadera creación, decepciona bastante porque se aleja demasiado de lo antes hecho; pero desde el punto de vista de una película independiente funciona bien como un pasarrato que no trasciende más de su hora y cuarenta de duración.