La miniserie revoluciona la plataforma con su tétrica trama y su impactante técnica
Netflix estrenó el pasado 13 de marzo Adolescencia, una nueva miniserie que sigue con la estela de suspense de sus trabajos anteriores. La plataforma, que últimamente ha apostado por el estilo true-crime, ha dado en el blanco con esta última producción que lleva desde su lanzamiento siendo la serie más vista a nivel mundial.

Jamie, un niño de 14 años, es arrestado por la policía tras ser identificado como principal sospechoso del asesinato de una de sus compañeras, Katie. Entre el shock y la incredulidad, la familia intenta sobrevivir a las acusaciones mientras que la policía se adentra cada vez más en la turbia sociedad adolescente de Inglaterra. Esa es la premisa que da vida a la que es, por ahora, la mejor pieza audiovisual de Netflix de este año.
En un principio parece que el eje de la historia es descubrir el asesinato de Katie, sin embargo, este suceso es una simple excusa para explorar un sinfín de temas controvertidos. Aun así, la historia no decepciona en ningún momento y consigue dejarte pegado al asiento y con ganas de más.

Una de las cosas más impactantes de la miniserie, a parte de su premisa, es la forma en la que está grabada. Todos los episodios están hechos en un plano secuencia, sin pausas.
Esto hace, no sólo que te sientas completamente dentro de ella, sino que aprecies el gran trabajo de los actores y de los cámaras para realizarlo todo de una sola vez. El hecho de que las actuaciones sean tan naturales y fluidas destaca el talento dentro la serie y la diferencia por completo de otras que puedan ser parecidas.


Owen Cooper (Jamie) debuta en la serie, pero su inexperiencia no debilita para nada una actuación que a momentos te hiela la sangre igual que te hace empatizar con él. La dualidad del personaje entre inocencia y culpabilidad muestra su oscuridad interior y complejidad.
Stephen Graham como Eddie y Christine Tremarco como Manda representan a la perfección el desgarrador papel de unos padres que sufren por su hijo y que lo apoyan a pesar de que todo está en su contra, incluso cuando no entienden sus actitudes.
Pero por encima de esto deja mella el tercer episodio en el que lo que comienza como una amistosa conversación entre Jamie y su psicóloga, Briony (Erin Doherthy), acaba con un ataque de ira por parte del chico que la deja aterrorizada y sin aliento. Es sin duda, una obra maestra y la joya de la serie.

Pero esto no es todo, también cabe darle importancia al trasfondo y a los temas que trata. Todo el caso del asesinato destapa una red tóxica en la que los adolescentes se ven obligados a encajar en una sociedad extremadamente masculinizada y sexista. Los chicos se sienten inferiores y deben cumplir con sus roles, lo que hace que Jamie pierda el control y se vea llevado a esa situación extrema.
Esto es, ni más ni menos, que un retrato de la sociedad actual en la que las redes sociales marcan un camino y unos estándares. Toda la toxicidad que ahora corrompe a la juventud por culpa de las redes y el poco control que los padres tienen sobre ellas queda plasmado de forma crítica en la serie.
El director, Philip Barantini, conocido por su participación en otras exitosas obras como Chernóbil (miniserie de HBO), ha expresado que hizo Adolescencia para remover las conciencias de la gente y que se dieran cuenta de aquello latente entre los jóvenes. Además, ha llegado a proponer su exposición en los centros educativos del país como enseñanza.
Adolescencia supone una marca en la producción de Netflix así como una entrañable obra que deja huella en las personas y las sumerge en una experiencia inigualable. Adolescencia no es una serie más, va muchísimo más allá hasta adentrarse en la mismísima humanidad de las personas.





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