La cruda obra de Albert Serra sumerge al espectador en el mundo del toreo

En el toreo, la soledad es una compañera inseparable. Andrés Roca Rey, una de las figuras más relevantes del momento, la enfrenta en cada tarde de lidia, en cada viaje con su equipo y en cada plaza donde desafía su destino. El director Albert Serra sumerge al espectador durante 125 minutos en este mundo y en la intimidad del protagonista.
Desde el inicio, Tardes de Soledad nos sumerge en su universo con una mirada íntima. El campo es el primer escenario del duelo inevitable. Luego, en la plaza, la corrida se desarrolla con crudeza. Más allá del espectáculo, captura la esencia de estar solo ante el peligro, entre el clamor y el juicio.
Roca Rey viste un traje rojo y negro, reflejo de su pasión. Mientras recibe halagos y aplausos, la cámara se detiene en su introspección. Se pregunta, con sinceridad, por qué sigue vivo, por qué no ha muerto en tantas tardes de riesgo. Ahí es donde el documental cobra fuerza, mostrando al torero más allá de su superficie, en su dimensión humana.

Los detalles refuerzan su mundo cerrado: los asientos y toallas con su logo, su equipo opinando sobre otros toreros. Todo forma parte de un ritual donde la imagen, la tradición y la mística del torero se construyen. En hoteles, se prueba trajes mientras las imágenes de vírgenes le observan, símbolos de fe en un mundo donde el peligro es constante.
Los numerosos planos íntimos nos recuerdan que, aunque rodeado de público, el torero enfrenta su destino en su soledad. El documental no solo muestra la estética del toreo, sino también la carga emocional de quien lo vive, con la certeza de que cada tarde puede ser la última.
Un retrato brutal y profundo de un hombre que, en cada tarde de soledad, encuentra su razón de ser.





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