Una película que narra con belleza y dignidad la realidad de miles de personas y familias.
Walter Salles «Ciudad de Dios» y «Estación central de Brasil», uno de los directores más importantes de América Latina, nos presenta su proyecto más personal, donde cuenta la historia de Rubens Pavia, un ex diputado progresista que desaparece en 1971, en plena dictadura militar.

Basada en la novela de su hijo Marcelo Rubens Pavia, amigo de la infancia de Salles, Aún estoy aquí nos cuenta la historia de la desaparición de Rubens, pero sobre todo de como Eunice, tratando de mantener a su familia a flote, mueve cielo y tierra para conseguir cualquier información sobre su marido. Y es que a diferencia de muchas otras películas que también hablan sobre dictaduras, esta no es una historia de lucha, es una historia sobre los que se quedan, de una madre que intenta vivir con dignidad y una familia que se enfrenta a lo devastador de la incertidumbre.
La relación del cineasta con la familia esta latente durante toda la película. Vemos como la primera mitad del largometraje se centran únicamente en presentar las dinámicas familiares, tomándose el tiempo necesario para que como público entendamos todas y cada una de las relaciones y el vacío cuando Rubens desaparece. Ambientada de forma exquisita y al ritmo de una melodía sobrecogedora, retrata de manera dolorosamente realista, con una aparente tranquilidad y sin ningún ruido que lo adorne. Las cosas pasan y ya.
«Uno de mis recuerdos más fuertes de la adolescencia es la de una casa donde las puertas y ventanas estaban siempre abiertas, donde se reunían grupos de diferentes edades. Esa posibilidad era sorprendente en un país bajo dictadura. Y el comienzo de la película, que precede a la desaparición de Rubens, corresponde a la memoria que tengo de los espacios y personajes.»
Las fotografías tienen un papel crucial como hilo conductor de la historia, a lo largo de toda la película vemos como constantemente los personajes se toman fotos, miran fotos antiguas, y también como fotos que aparecían al principio, lo hacen al final con un significado totalmente distinto. Dandole aún más fuerza al título. «Aún estoy aquí».



Es imposible hablar de esta película sin destacar la actuación de Fernanda Torres, a quién podemos considerar el ancla que sostiene la historia y a la familia. Su trabajo es virtuoso, Eunice Paiva es un universo y la actriz lo plasma a la perfección, basada en la contención y lejos de cualquier dramatismo, Fernanda consigue trasmitir una rabia y un dolor sin necesidad de grandes explosiones emocionales. Lo que hace que su actuación y por lo tanto la película se sientan aún más reales.

Un guión sublime, con un ritmo pausado y tranquilo, permitiendo que todas las emociones que genera consiguen asentarse en el espectador, haciendo el final aún más devastador. Explora de forma íntima la ausencia y la incapacidad de empezar un duelo sin la certeza de un final. «Un desaparecido es un muerto que nunca termina de morir».
Desvastadora y poderosa, cuenta la historia de miles de familias, y nos recuerda una vez más la importancia de cerrar heridas para poder construir un futuro. Una historia silenciosa, pero real.





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