En un concierto con entradas agotadas en la Sala París 15. Más de 3.000 personas vibraron al ritmo de su fusión única de folk, pop y electrónica.
El trío vallisoletano Siloé no solo ofreció un concierto en Málaga; ofició una liturgia sonora en la que la música se erigió como vehículo de trascendencia. Su ‘Santísima Trinidad’ –una tríada en la que conviven la sensibilidad del folk, la inmediatez del pop y la profundidad de la electrónica– se desplegó con la contundencia de quienes han entendido que la emoción no es un artificio, sino una construcción sincera.

Desde el primer acorde, la Sala París 15 se convirtió en un espacio de comunión, un templo profano donde la voz de Fito Robles emergió como un eco entre lo divino y lo humano. Su timbre, entre la fragilidad confesional y la épica de la resistencia, se abrió paso entre sintetizadores que no solo marcaban la armonía, sino que construían paisajes emocionales en los que perderse. La banda, con un dominio absoluto de la dinámica y la tensión musical, navegó entre lo etéreo y lo visceral, entregando al público un repertorio que no solo recorre su discografía, sino que traza un viaje introspectivo.
La verdadera magia del concierto no estuvo solo en la impecable ejecución, sino en la alquimia que se generó entre escenario y audiencia. Como si de un rito ancestral se tratara, el público coreó cada canción con fervor, transformando cada verso en un mantra colectivo. Siloé ha conseguido algo más que consolidar un sonido; ha edificado una experiencia sensorial en la que la música deja de ser un fenómeno externo para convertirse en una emoción compartida. Su ‘Santísima Trinidad’ se hizo carne: fe en el arte, devoción por la autenticidad y una entrega absoluta a la catarsis.
El clímax llegó con un bis inesperado, donde la banda se despojó de toda barrera entre ellos y su público, entregándose a la euforia de un cierre que fue tanto un final como un nuevo inicio. Siloé no es solo un grupo, sino una experiencia que en Málaga se vivió con la intensidad de lo sagrado y lo profano, en un equilibrio tan preciso como arrebatador.





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